El valle de viñedos y leyendas

El valle de Quiroga es país de viñedos y leyendas. Tierras bañadas por el Sil, el que lleva el agua mientras el Miño la fama.



De estas viñas sale el mejor vino lugués. La buena mesa quiroguesa y el hermoso fértil paisaje de todo el valle. empequeñecen cualquier otro atractivo que pudiera haber en una zona que fue solar de ilustres familias, pero no se puede pasar por alto que, en Sequeiros, se alza el castillo de Torre Novaes, de los condes de ese mismo nombre.

Con Quiroga es San Clodio el centro urbano más importante. Su iglesia parroquial conserva un ábside románico y en su mismo término municipal se halla el pazo de la Cuesta, perteneciente a la familia Batanero. 

Al viajero sorprenderá el especial acento de los guirogueses, distinto al del resto de la región. Abren mucho las vocales. Todavía es fácil encontrar a algún viejo petrucio que dice Queiroga, sin diptongar. Y anteponen siempre el artículo al nombre propio: <la Eloísa>. <el Antonio>, <el Fernando>. En un orden de cosas bien distinto, llamará la atención del viajero el elevado número de bares existentes en una villa tan pequeña. Hay, incluso, una simpática discoteca a la que surte de música una <sinfonola> que los clientes hacen funcionar de acuerdo con su particular gusto y bolsillo. La discoteca quiroguesa se llena cada tarde de domingo, con la juventud del valle que todavía no se ha ido a Alemania.

Quiroga merecía mejor suerte y más respeto. Ambas cosas le han faltado. Los del campeonato de chamelo* idearon un slogan, para lucir en el automóvil y en el cartel de las fiestas patronales. Amén de ridículo, cursi: <Quiroga, la bella durmiente del Sil>.



Muy cerca de Quiroga, casi como una prolongación de la villa, está La Riveira. A la derecha hemos dejado la Pousada Villaverde, envuelta en un paisaje de insuperable bucolismo, con el comedor sobre una terraza que se abre a dos vertientes escalonadas de viñas y árboles frutales, por donde discurre el río.

La Rivera es la antigua parroquia del Hospital, así llamada porque en ella se levantó un benemérito hospital de peregrinos, cuando atravesaba estas tierras, desde Villafranca, el primitivo camino Jacobeo. La iglesia de Hospital conserva su traza románica y cuatro sepulcros catalogados entre los más interesantes que pueden verse en la provincia. La imagen patronal de San Salvador se venera en el que fue altar mayor. 

Estamos en el paso obligado para llegar a las altas y frías tierras de Villarbacú, de antiguas explotaciones mineras, donde estuvo instalada una colonia penitenciaria De Quiroga el vino y de Villarbacú el agua. Antes de probarla hay que parar en la Cruz de Outeiro, para ver el insólito paisaje de los tejados de Outeiro de Soldón y conversar, en la tasca de Bascoy, con Xosé María, que ha convertido la experiencia de casi noventa años en sabiduría y lucidez.

Xosé María de la Cruz de Outeiro, sacamuelas, infalible conocedor de todas las minas de los alrededores, fue el primer seglar administrador de Sacramentos. Por su cuenta y riesgo, casaba y bautizaba cuando esta aldea se quedó sin cura. Alguien le preguntó cómo hacía cuano se le acababa el agua bendita: <E que vou facer? Collo a caldereta, vou ó rego e bendigoa>.



Por la carretera que va a Lalín, se llega a Bendollo, a muy pocos kilómetros de Quiroga. La iglesia, con el diminuto cementerio detrás, tiene una torre de altura desproporcionada. Todo el presupuesto de la construcción del templo se invirtió en esta aguja de piedra que emerge entre tejados y lomadas vecinos. Junto a ella, la que fue Rectoral, con todo el aspecto de casona hidalga, aparece triste e incomprensiblemente abandonada. 

En el apartado lugar de Bendollo nadie imagina encontrar un personaje como Domingo, que fue emigrante a Estados Unidos, donde viven sus hijos y nietos, todos ciudadanos americanos. Parece un boxeador de los tiempos de Primo Carnera. Aquí tiene su retiro y sus ahorros. Y aquí añorando la época de jugador de fútbol, haciendo fotografías con la cámara que se trajo de allá y cultivando hortalizas en su pequeño huerto. 



Pero no hay, desde Quiroga, mejor excursión que la que se puede hacer al Caurel. La dehesa de la Rogueira, la cumbre del Pía Paxaro, las sabrosas truchas del río Lor. De trecho en trecho, la rústica arquitectura de la palloza. La emigración apenas ha dejado juventud en estas tierras.



La presencia romana en estas montañas está patentizada en muchos hallazgos. El año 1959, en una torre feudal ruinosa, llamada de Cabreira, fue encontrada una placa de bronce, con inscripción latina. Se trataba de una tabla de hospitalidad concedida a una tribu indígena de esta comarca. Corresponde su fecha al año 28 de nuestra Era.

De la alta Edad Media persiste la iglesia parroquial de Visuña, lugar para el ejercicio de de la penitencia fundado por San Fructuoso. El Castillo de Carboedo, cuyas ruinas se localizan en el monte de este nombre, es de la época de Alfonso II El Casto que , cuando niño, fue escondido en él por los monjes de Samos, que lo libraron así de la persecución e Aurelio y Mauregato. No lejos de aquí, en Parada de Seoane, vive Novoneyra, el poeta do Caurel, autor de estos versos:


Pobos probes
que se foron 
quedando nos ósos!...


* Variedad de dominó

Guía secreta de Galicia
Juan Soto
Al-Borak SA
1974



Fotografías de Roque Soto Soto, excepto la última (placa de bronce) ® La Vpz de Galicia

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