Corpo de tango
De los golpes de la vida
aprendí estas cuatro cosas,
que hoy me atrevo a repartirlas
sin vanidad ni rencor.
Y hasta vos, muchacho loco,
que la ves color de rosa,
puede servirte de ejemplo
este gris trasnochador.
Yo que te sigo los pasos
acodado en los estaños,
tambaleando madrugadas
con diez copas y algo más.
Te advierto que no es juguete
manosear tus veinte años.
La existencia es una rula,
con cien números de engaño,
que si entras a mandar fichas,
como un hongo te secas.
Muchacho,
si pudieras darte cuenta,
como broncan los cuarenta,
cuando encanece la testa,
y entra a fallar el timón.
Burros, timbas y quinielas,
bailes, copas, damiselas,
son placeres de ocasión.
La vida,
la vida del calavera
es un frágil cigarrillo
de traidoras espirales.
Primero da fuego y brillo,
después te encana los grillos
hasta hacerte gritar, ¡madre!
Madre, y corres a buscarla,
y entre sus brazos caes.
Pero si la has perdido,
con el corazón vencido,
decí muchacho, que hacés.
Vos dirás que la he vivido
y de curda me lamento,
yo no puedo reprocharte
ya sos grande pa'elegir.
Pero, al verte ya maduro,
sin amor, hogar, ni vento,
como avaro sobre el oro,
cuando asume sueños muertos.
y el dolor te arroje un cero,
preparate pa'morir.
De los golpes de la vida
aprendí estas cuatro cosas,
que hoy me atrevo a repartirlas
sin vanidad ni rencor.
Y hasta vos, muchacho loco,
que la ves color de rosa,
puede servirte de ejemplo
este gris trasnochador.
Yo que te sigo los pasos
acodado en los estaños,
tambaleando madrugadas
con diez copas y algo más.
Te advierto que no es juguete
manosear tus veinte años.
La existencia es una rula,
con cien números de engaño,
que si entras a mandar fichas,
como un hongo te secas.
Muchacho,
si pudieras darte cuenta,
como broncan los cuarenta,
cuando encanece la testa,
y entra a fallar el timón.
Burros, timbas y quinielas,
bailes, copas, damiselas,
son placeres de ocasión.
La vida,
la vida del calavera
es un frágil cigarrillo
de traidoras espirales.
Primero da fuego y brillo,
después te encana los grillos
hasta hacerte gritar, ¡madre!
Madre, y corres a buscarla,
y entre sus brazos caes.
Pero si la has perdido,
con el corazón vencido,
decí muchacho, que hacés.
Vos dirás que la he vivido
y de curda me lamento,
yo no puedo reprocharte
ya sos grande pa'elegir.
Pero, al verte ya maduro,
sin amor, hogar, ni vento,
como avaro sobre el oro,
cuando asume sueños muertos.
y el dolor te arroje un cero,
preparate pa'morir.
Mis consejos
Letra y música de Héctor Marco (1906-1987)
Fotografía de © Antonio Vidal
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