Vilas literarias: Quiroga


Ánxel Fole. El mundo del averío es inagotable


Pocas veces he lamentado tanto llegar tarde como cuando conocí a Ánxel Fole: sólo le quedaban tres días de vida. Tenía ochenta y tres años, le daba bien al licor y al tabaco, y hablar con él era hablar de todo, pero nunca mal de nada ni de nadie.

La tarde ventosa e iluminada de mayo en que le vi y habló conmigo en castellano puede que le trajera algún mensaje personal que él, enamorado de las palabras, se apresuró a descifrar apenas habíamos iniciado la conversación <<Parece que sopla un viento de muerte.>>


Me estoy quedando solo para hablar

Atribuí la frase a la desaparición de uno de sus últimos amigos, Celestino Fernández de la Vega, también escritor que se había suicidado unos días antes arrojándose a las aguas turbias y crecidas del Miño. Y al poco añadió con la mirada blanca o transparente. <<La vejez es terrible, porque parece como si soplara un viento de muerte sobre mis amistades. Yo sé que la racha de amigos que se murieron en estos últimos años; me quedé solo para hablar. Es una cosa tremenda, tremenda. Tengo una experiencia muy curiosa: yo era un hombre robusto y sano, pasaba veinte años sin estar un día en cama. Un día, en la casa del alcalde Vicente Quiroga, estaba yo sentado junto a una gran chimenea, me levanté bruscamente y me pegué un gran golpe . Me di cuenta de que perdía el sentido y caí al suelo. Fue un sentimiento maravilloso. Parecía como imágenes que se alejaban y sentí una sensación de comodidad y felicidad extraordinarias. Me vino el sentido y, al revés, las imágenes se me acercaban y tardaban en encajarse, y sentía dolor y desagrado. Me levanté y no dije nada. La muerte, si viene así,es una felicidad.>>

El viento de esa tarde quería llevarse los recuerdos de Fole, su tesoro y elixir de vida, e ignoro si fue consciente del último y sublime esfuerzo que hizo para oponerse a esa pérdida: <<La vejez es terrible, y el viento de la amnesia borra todos los recuerdos. Aún así, recuerdo muchas cosas. A Francisco Torres Ruiz, mi profesor de Filosofía, que había sido compañero de promoción de García Morente y de Ortega y Gasset, y decían muchos que era el mejor profesor de filosofía de toda España. Era una maravilla oírle hablar. Hablaba paseando por la tarima y fumando unos pitillos que a nosotros nos daban envidia. Costaban una peseta con diez céntimos, se llamaban Ideales y nos daban envidia. En la última clase , de 1 a 2 salíamos casi corriendo con un apetito bárbaro. Pasaron los años y en San Martín de Quiroga hablé con un chico que me dijo que había estudiado con él. Le dije que si sabía algo de Torre Ruiz y me dijo que sí, y me contó la historia. Él era presidente del comité de Izquierda Republicana, y los nacionales le habían llamado a consulta para decirle que si retractaba de sus ideas lo indultaban, que estaba condenado a muerte. Me lo contó así el chico. Me dio una impresión espantosa. ¡Pobre don Francisco Torre Ruiz!>>






























Vidas  ejemplares (raros, anónimos, libres)
© Rafael Torres
Primera fila
Albia-Grupo Espasa
Madrid
1990

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