San Clodio - Sequeiros


Cruza la vía el rústico pueblecito de San Pedro, mientras avanza el Sil por la izquierda a través del bonito valle en cuyas riberas, como en los agros de la llanura y en las faldas de las montañas, extienden sus retorcidos sarmientos las pródigas viñas. Grandes derrumbaderos sin vegetación dominan por la derecha a la vía, asentada sobre enormes terraplenes y muros que por la izquierda llegan hasta la misma orilla del río. Al fondo, y en una obscura revuelta, quedan unas barcas al pie de un pueblecillo llamado El Castillo. 


Ponte de A Penadola sobre o río Sil

Escondese el tren en un túnel de 117 metros y a la salida salva el río por el grandioso puente de Sequeiros o de la Penadola, de tres tramos, sostenidos por dos estribos y dos hermosas pilas de claro granito de forma elíptica, de 17 metros de elevación. La longitud total de la obra es de 157 metros. El paisaje es por todo extremo sorprendente, cerrado por latas estribaciones de La Moá, cuyos estratos ordovicences se elevan al mediodía y por los montes de la Louseira al norte, el punte aparece cortando un estrecho valle. Un poco más adelante el tren se detiene en el apeadero de Sequeiros, pueblo de escasa importancia que queda a la izquierda de la vía.
© Fotos do Carlos
Apeadeiro de Sequeiros, finais da década de 1950, cando xa non servía como parada de trens.


Desde Sequeiros al valle de Valdeorras se estrecha el horizonte y la vía va a la par de las revueltas corrientes del río marchando siempre por interminables gargantas de grandes quebraduras y desigualdades, faldeando las montañas que imperan en esta zona, salvando apoyadas cubiertas de castaños y olivos, sobre terrenos cubiertos de helechos con algunos sembrados de centeno.

Al poco de salir de Sequeiros salvamos en su misma desembocadura el río Soldón, por un puente de 41 metros, quedando a la izquierda el pueblo que le da nombre cobijado en una encañada. Sobre enormes muros de 200 y 300 metros de longitud describe la vía una pronunciada curva entre los arroyos Peizás y Farrapa, sucediéndose enormes desmontes pizarrosos y asombrosas trincheras cortadas por infinidad de barrancos y arroyadas, que en muchas partes despeñan sus aguas deshaciéndose en espuma y adorna sus rasgados cortes de pizarra sobre la vía con numerosas y colgantes  de hiedras y enredaderas, que hacen sobremanera pintoresco este rústico cuadro tan hermoso como agreste.


Los ferrocarriles de Galicia
Novísima Guía
En forma de itinerarios descriptivos
Heliodoro Gallego Armesto
Director de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Santiago

Tipografía 

El Eco de Santiago
1926



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