Outras voces, outras linguas
Ten longas e brancas barbas,
ollos de doce mirar,
ollos gozos, leonados,
verdes como auga do mar.
Herru Santiagu
Álvaro se detiene, sonríe; Marcela tiene ojos de Gafeiros de Mormaltán.
¡Qué ajena ella, que con tanto recelo observa lo que escribe, al pensamiento que hace sonreír a Álvaro! Sonríe, también, porque ha terminado su ruta. ¡Temió tanto no verla acabada!... Y ahora lo está.
En su obra, Álvaro determina claramente los múltiples caminos que llevaban a Santiago; cuenta todas las leyendas con ellos relacionados, todos los milagros, todas las muertes que acaecieron. Apura cuanta información existe, cuanto romance lo cantó. Toda su vida fue senda por la que anduvo camino de Santiago. Senda su alma. Y con la pluma recorrió las vías aquéllas, pernoctó en sus posadas, escuchó perdido en las compactas filas de romeros, el cantar de los juglares al hacer alto en el camino. En las orillas del río Cea, junto a Sahagún, vio los frenos que, según la leyenda eran las lanzas florecidas de los caballeros de Carlomagno, caídos allí y que allí murieron.
Adivinó el paso de quienes iban, en nombre e otros, a cumplir un voto o promesa.
Él había llegado, por fin, al Monte del Gozo, y había llegado como los peregrinos de los primeros siglos, con una piedra a cuestas. Aquéllos la cogían en Castañeda, para dejarla en Arzúa, donde la almacenaba para erigir la Catedral. Él, durante cerca de sesenta años, había elaborado aquella roca viva que era su libro trasnochado por él, privándose de esparcimiento por él... "Herru Santiagu- ¡Grot Sanctiagu! Eultreia, euseseia."
En las noche silentes, muchas veces contemplando la ría, imaginábase el río Lavacolla, donde los peregrinos se lavaban y preparaban sus ropas para entrar en Compostela. Exaltado, veía lucir las antorchas iluminando a la gente de cítaras, tímpanos, flautas. Algunos llorarían su dolor o su pecado; otros rezaban salmos, que se mecían con las hojas en el viento. "Herru Santiagu. ¡Eultreia!"
Viento del Norte
Viento del Norte
Fotografías: da película Viento del Norte (1954), dirixida por Antonio Momplet, e imaxes de Roque Soto Soto.
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