Os nenos

Escondido o seu terror
antre os plegues do manto
das nais,
asusta sentir o seu corazón veloz
dentro dun peito tan mísero.
¿Cómo se sostén ou defende
tanta fraxilidade?
(¡Unha folla ao vento!)

¿Recordades, como rosas que chegan da sombra,
esas filas de olladas dos expósitos
en domingo?

(E non falemos da infancia dos príncipes.)

¡Ou, as navallas sempre abertas
pra ferilos,
dentro do terror dos seus sonos!
E nos escuros corrunchos
as súas silenciosas bágoas.

O neno non conoce a morte;
mais ás veces chéganos un berro
dun mundo desconocido pra o home.

¿I esa pregunta fonda
que se posa por intre nos seus ollos?
¿I esa luz tristeira doce,
sobre unha frente mol e tenra,
de onde ven?

Mais esisten nenos solitarios
estranos nenos
que conocen a morte.

Los niños

Escondido su terror
entre los pliegues del manto
de las madres,
asusta sentir su corazón veloz
dentro de un pecho tan mísero.
¿Cómo se sostiene o defiende
tanta fragilidad?
(¡Una hoja en el viento!)

¿Recordáis, como rosas que llegan de la sombra,
esas filas de miradas de los expósitos
en domingo?

(Y no hablemos de la infancia de los príncipes.)

¡Oh, las navajas siempre abiertas
para herirlos,
dentro del terror de sus sueños!
Y en los oscuros rincones
sus silenciosas lágrimas.

El niño no conoce la muerte;
pero a veces nos llega un grito
de un mundo desconocido para el hombre.

¿Y esa pregunta honda
que se para un instante en sus ojos?
¿Y esa luz penosa, dulce,
sobre una frente blanda y tierna,
de dónde viene?

Pero existen niños solitarios,
extraños niños
que conocen la muerte






Sombra do aire na herba
Luís Pimentel

Fotografías: Novostia e do monumento aos nenos de Lidice




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